Siempre nos quedará Tombuctú

Mi abuelo paterno, que falleció cuando yo tenía 9 años, fue un buen comerciante. Dicen que el padre de mi abuelo también. Una vez me contaron que este señor a quien no recuerdo hasta el punto de no saber si lo conocí, vendía trajes para los señores. Cuentan que un día, un cliente se veía el traje un poco grande. Entonces mi bisabuelo le agarró por detrás la chaqueta sin que el señor se diera cuenta y le dijo frente al espejo: “Pero mírese, ¡le queda estupendamente!”.

Esta pequeña anécdota que he escuchado varias veces y de diversas maneras, como buena leyenda, siempre me ha gustado porque de pequeña mi padre me contaba que los tuareg, los hombres del desierto, son muy buenos comerciantes. Además, por algún inconcluso motivo siempre quise vivir en dos sitios: o en una isla desierta o, en un oasis en el desierto. Pensar que en mi familia había (y hay) buenos comerciantes y que somos andaluces, lo que nos lleva a formar parte de una zona del planeta de constante movimiento de personas, me hacía creer que igual hay alguien que vivió en un oasis en el desierto en el pasado del pasado del pasado de mis ancestros (o en una isla desierta).

Hace un par de años conocí la historia de un cristiano secuestrado de niño por piratas en su pueblo, Cuevas de Almanzora (Almería). Cuevas de Almanzora es de donde procede mi abuelo paterno. Cuentan que los piratas lo llevaron hasta Tetuán (Marruecos). Aprendió árabe, se convirtió al Islam y llegó a ser una de las personas de confianza del sultán de Marruecos quien le encomendó una tarea a la vez emocionante y peligrosa: conquistar para él la ciudad perdida del Sáhara.

Yuder Pachá -como se llamaba el protagonista de esta historia- cruzó el desierto, con todos los riesgos que suponía, llegó a Tombuctú, hizo caer el Imperio Songhay, que en aquel entonces dominaba la zona, y sus soldados, muchos de los cuales hablaban castellano, se mezclaron con las gentes del lugar creando una nueva etnia. Conocida como los “arma” debido a que esta conquista se consiguió por las armas de fuego que aún no se conocían en este lugar del mundo. Dicen que esa etnia existe aún en día y que se siguen utilizando palabras provenientes del castellano antiguo…

Tombuctú según grabado del libro de viajes del s. XIX de Heinrich Barth

Grabado de Tombuctú del libro de viajes de Heinrich Barth (s. XIX)

Cuando conocí esta historia pensé que definitivamente yo tengo ancestros que pertenecieron al desierto del Sáhara o, al menos, eso me gusta creer. Todo esto pasó en el siglo XVI.

Tombuctú, con toda su leyenda, se ha convertido en un destino que tengo que alcanzar alguna vez en mi vida. Como si fuera mi meca. Sin embargo, aún estando en el país, en Bamako, la capital de Malí, ahora no es posible y eso que sólo estoy a pocos días de la ciudad. Subir hasta Mopti, cruzar el río Níger en barco y llegar a la ciudad o bien, hacerlo todo por carretera, ¿en bus? ¿en moto?  El problema es que desde 2012 el norte del país está en guerra y alcanzar Tombuctú –salvo en avión con la Misión de la ONU (MINUSMA)- es imposible.

En el año 2012 comenzó la enésima revuelta tuareg en Malí. Pedían la independencia del norte del país al que querían llamar Azawad –el nombre por el que se conoce a la zona histórica en la que solían moverse pero que abarca también otros países, no sólo Malí-. A este alzamiento armado se unió un golpe de Estado en la capital, pues los militares estaban mosqueados de que se ignoraran sus necesidades en el norte para contener a los rebeldes, y los grupos yihadistas en la zona –Al Qaeda en el Magreb Islámico, Ansar Dine y Mujao- aprovecharon todo este alboroto para imponer la sharía (ley islámica) en el norte. Y lo lograron. En 2013, a petición de los malienses, que temían que la guerra y los yihadistas llegaran hasta a capital, el ejército francés comienza a recuperar las ciudades del norte. Salvo una: Kidal (y esto es otra larga historia…). El norte de Malí, sin embargo, sigue siendo un territorio del que el gobierno de Bamako no tiene el control.

En junio del año pasado se firmó un acuerdo de paz y los tuareg ya no hablan de independencia. Sin embargo, en la práctica aún no hay muchos resultados. Sigue la guerra, están surgiendo nuevos grupos armados de autodefensa, haciendo peligroso incluso viajar al centro del país, y los yihadistas atacan en el norte, en el centro y en el sur. Atacan hasta fuera de Malí. Hay tantos grupos armados, coaliciones y grupos yihadistas que uno tiene que hacerse un esquema para saber quién es quién.

Estoy en el país que alberga la misteriosa ciudad de Tombuctú y no puedo alcanzarla. Deslizo el dedo en el mapa y señalo: de “aquí” a “aquí”, luego hasta “aquí” y, finalmente, “Tombuctú”. Pero no es tan fácil. A veces pienso, ¿y si cuando consiga llegar a Tombuctú no me gusta a pesar de ya saber que no es de oro sino de barro? “La distancia embellece las cosas y la melancolía las mitifica”, escribe Ismael Diadié o Manuel Pimentel en un rincón perdido del libro Tombuctú, Andalusíes en la ciudad perdida del Sáhara (Almuzara, 2015). Y tan cierto. Las cosas han cambiado mucho desde que Yuder conquistara la ciudad para el sultán de Marruecos.

Sin embargo, y a pesar de todo, yo me quedo con esta frase de aliento de los autores que se balancea entre el consuelo y la esperanza: “que siempre les quede a los soñadores una remota Tombuctú por alcanzar”.

Entrada relacionada: La Perla del desierto

6 comentarios en “Siempre nos quedará Tombuctú

  1. Roberto dijo:

    Hola María, he leido tu cuento y, si me permites una observación, para llegar a Tombuctú puedes hacerlo de diferentes maneras, pero ninguna de ellas será cruzar el Nilo. Me gusta lo que escribes y que lo compartas. Tombuctú también es mi utopía.
    Cuídate

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  2. irene dijo:

    yo sí he tenido la suerte de visitar Tombuctú y Mali , más de una vez. Si tienes tantas ganas de ir, irás Inch Allah, aunque tardes 12 años, como tardé yo. Un saludo Tombuctien

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  3. Ana dijo:

    María te felicito porque tienes una manera de escribir y de expresarte que me transporta al continente africano.
    Me encanta viajar y descubrir hasta el más remoto rincón del planeta.
    Y ahora gracias a tí cada vez tengo más ganas de descubrir África.
    Me alegro por tu vuelta al continente africano, sigue disfrutando de la experiencia y viviendo cada segundo al máximo.
    Un beso enorme.

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